Cuando digo levantarse no me refiero a este instante en que nos bajamos de la cama, sino a despertarse y reconocerse. Hace unos años, cuando mi vida era menos compleja, tenía tiempo de mirarme al espejo y encontrarme, hacerme incluso preguntas filosóficas: ¿A donde voy? ¿Por que estoy aquí?. Hoy apenas puedo interactuar con mi cepillo de dientes. Ese momento de intimidad se ha diluido, ya ni siquiera repaso las tareas del día o los vencimientos de la fecha, eso ya quedó atrás. Ahora como un automata, me lavo la cara, me peino y salgo a la calle con una cara de idiota funcional que da miedo.
Mirén sino esta secuencia: Lunes 07:00 am - La foto 1 es primer cara que pongo frente al espejo, como un pucherito de resignación (otra vez este imbecil?), la segunda es una mueca, donde además pruebo mi visión (a cierta edad uno va perdiendo la vista de a poco). La tercer foto titulada ¨tomemos mate¨ la hago para detectar posibles arrugas y fallas en mi cara, rapidamente averiguo que son muchas como para contarlas y paso a la cara 4, la denominada ¨media sonrisa¨, donde pongo a prueba mi carita de júbilo y sorpresa por si el día viene bién y tengo que sonreirle a alguién (cosa que nunca sucede). Por último mi cara 5, ya resignado adopto mi mejor cara de boludo para encarar el día. Todo esto frente al espejo, duro inquisidor del paso del tiempo. Mi look despeinado a lo Dragon Ball Z, mis pirinchos Pokemon y esa puta cortina de baño que ya debería haber cambiado, amenizan las 5 imágenes.
Reclamos, filas, trámites, supermercado, colas en el cajero, acidez, burocracia, son algunas de las cosas que me esperan para hoy y sin duda en más de una oportunidad voy a poner estás caras.
Despúes tengo otras 5, más felices, más plenas, pero esas me las arranca mi hijo cada vez que me mira.

No hay comentarios:
Publicar un comentario